25 abril 2009

Qué mala es la envidia

Tanto tiempo sin pasar por aquí y qué pena hacerlo en la situación en la que nuestro atleti anda estos días. No hablo ya sólo del partido de ayer con el Racing, al fin y al cabo no ha sido más que uno más de una larga, larga lista de despropósitos. Ha dolido, pero ya hay callo. Lo que realmente encuentro triste es que esta mañana me he descubierto a mí mismo siguiendo con envidia el resumen del partido del Madrid con el Getafe. 


Ataques psicópatas de Pepe al margen, lo cierto es que los jugadores del Madrid dieron toda una lección de entrega. La liga se les escapaba y se la jugaron, pusieron todo lo que tenían, absolutamente todo lo que tenían, y la cosa salió bien.

Que nadie se escandalice, los que me han leído antes saben que no soy sospechoso de vikinguitis, pero al César lo que es del César: esos tipos le echan narices, todos a una, como un equipo, muy lejos, a distancia sideral, de esa imagen de banda que transmiten los nuestros. Una palabra: compromiso. Eso es lo que falta a los jugadores del atleti de hoy. Y sin eso, no se va a ningún sitio. Mucho menos a la Champions.

Así que mea culpa: envidio al Madrid. No por sus jugadores, para eso me quedaría con el Barça, sino por ese espíritu que hoy por hoy ellos tienen y nosotros no. Y duele porque hubo un día en el que nosotros también lo tuvimos. Lo ví en las carreras por la banda de Futre; en los arreones del Cholo; en los sprints del Niño. Hoy no queda nada de aquello, de aquel sentimiento, de aquella raza. El terreno de juego del Calderón se ha convertido en un páramo. 

Hoy, cuando se cuentan con los dedos de media mano el número de jugadores de la casa; cuando el vestuario parece una sucursal de la ONU; cuando se fichan una y otra vez funcionarios para los que jugar aquí es lo mismo a jugar en cualquier otro sitio; hoy, este atleti no es mi atleti.

Y eso sí duele.

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